Sergio era un tipo normal. Disfrutaba de las cosas simples de la vida, como todos. Jugar a la pelota con amigos, un buen asado, una reunión de familia. Un día, jugaron un partido de aquellos con los muchachos. Ganaron 7 a 0. Estaban todos inspirados. Y qué gol de chilena metió Sergio. Lo gritó como loco. Después salieron pizzas. Nadie quería que ese momento terminara. Esa noche, casi ni durmió. Recordaba una y otra vez ese partido, esa jugada, ese pase de Pablo que él pudo enganchar justo con esa chilena espectacular. Al otro día, en el trabajo fue totalmente improductivo, entre el cansancio por casi no haber dormido, y estar recordando todavía una y otra vez esa jugada. Al fin del día, se dió cuenta que empezó a recordar con menos frecuencia. Al llegar a casa, casi ni pasaba por su cabeza ese partido del día anterior. A la noche, ya en la cama, se dio cuenta que quiso recordar de nuevo la jugada, pero que no se la acordaba tan bien, y eso le dio mucha bronca, tanto que otra vez le