La oscuridad, no saber donde se pisa, no saber la dirección en que uno se mueve, no tener precisión de donde va a terminar el camino. No es que uno ande a tientas por voluntad propia. Simplemente hay días que parece que todo se desmorona a nuestro al rededor sin saber como seguir. En realidad, uno sabe cómo seguir, como siempre hizo, un pie primero y después el otro. Sin saber la motivación que lo lleva a hacer eso, solo continuar, levantarse si uno cayó, sujetarse si tropezó, pero siempre con el mismo fin, primero un pie y después el otro. Eso que nos enseñan de pequeños y queda encerrado en nuestro interior sin que nadie lo pueda arrancar. Seguir, continuar. Hay días grises, lluviosos, que hacen mella en nuestra voluntad de madera, y aunque sea la de mejor calidad, el agua afecta. Si una inundación nos llega, nos puede arrastrar, llevar a lugares inciertos, desconocidos, con peligros inminentes solo vistos por nuestros ojos y los de nadie más. Miedos que no se pueden compartir, no