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La indecisión

Lucas amaba su rutina. Se levantaba a las 6 am. Siempre dormía del lado izquierdo. Veía el rostro de Roxana, su esposa, dormir plácidamente. Se ponía su ropa deportiva, salía correr una hora. Luego, después de un baño, y desayunar con Roxana, salía al trabajo. Tenía un traje para cada día de la semana. Era gerente de un banco, donde ya conocía a todos los empleados, desde el personal de limpieza y seguridad, hasta los que eran del correo y llevaban la correspondencia del banco. Su día laboral era bastante similar todos los días. Saludaba a todo el personal, se preparaba su café, y ya en su oficina, revisaba la sección de negocios de todos los diarios. Luego revisaba todos los números del banco y atendía cualquier situación. Los fines de semana, se turnaban con la familia de Roxana, su familia, los amigos del club y los amigos de la facultad. Siempre salía algún viaje y disfrutaba mucho de su estilo de vida. Podemos decir que era feliz.
Sin embargo, toda su vida parecía haber estado planificada. Desde pequeño le habían dicho qué tenía que estudiar, a qué escuela ir, con qué compañeros juntarse, qué deporte practicar, qué idioma aprender.
Finalmente, parecía que los vecinos se habían puesto de acuerdo con sus padres, para que sus dos hijos terminaran juntos, y así pasó. ¿Era amor realmente lo que lo que lo unía a Roxana? ¿O debía estar con ella porque era lo que le dijeron que tenía que hacer? Y si nos ponemos a pensar, ¿hay realmente diferencia entre las dos respuestas? Al fin y al cabo el resultado podríamos decir que es el mismo.
Le indicaron qué carrera universitaria debía seguir. Hasta su trabajo, en el banco, fue el resultado de la acción de su padre, que tenía contactos con el gerente anterior que ya estaba pensando en su retiro, y Lucas parecía ser el sucesor ideal.
Pero como dijimos, Lucas era feliz, o pensaba que era feliz. ¿Acaso la felicidad no es una construcción de nuestra mente? Era feliz, en realidad, porque le habían dicho que tenía que ser feliz. Nos quieren convencer que es una obligación ser feliz. Ahora bien, ¿por qué uno tiene que ser feliz? ¿Siempre se puede ser feliz? ¿Siempre se debe ser feliz? ¿Siempre se desea ser feliz? Jamás pasó esto por la cabeza de Lucas, no había lugar para cuestionamientos.
Nunca se había planteado mucho qué era lo que él quería de su vida, más bien, le parecía lógico que muchas cosas sucedan por acción de los demás, especialmente sus padres. Hasta en algún punto, cada vez que tenía que tomar una decisión, le parecía algo totalmente antinatural, se ponía muy nervioso, y terminaba consultando a otro qué hacer.
Llegó un momento de su vida que para cualquier otro hubiese sido muy especial. En una noche de verano, Roxana, luego de la cena, le dijo que le gustaría ser madre. Lucas nunca había pensado mucho si quería ser padre, o si estaba preparado para ello. Disimuló su inquietud detrás de una gran sonrisa, y le dijo que él la veía como una gran madre, pero esquivó dar su opinión, ya que no tenía ninguna. En su mente sólo podía pensar en que tenía que hablar con su padre para poder saber si él quería o no ser padre.
En aquella época, luego de graves problemas económicos en la zona, el banco empezó a sentir en carne propia esa situación, y la casa matriz, ubicada en el exterior, decidió que el negocio no era más rentable y finalmente cerraron esa sucursal. Como consecuencia, todos sus empleados quedaron sin trabajo, entre los cuales se encontraba Lucas.
Nuevamente, Lucas estaba ante una situación muy difícil para él. Más que temor de cómo iba a continuar su vida desde lo económico, le preocupaba qué iba a hacer con su tiempo. En el banco tenía una rutina, sabía exactamente qué hacer a cada momento. Ahora se presentaba ante él la incertidumbre, el no saber que va a ser el día de mañana.
En estas situaciones, uno suele preguntarse por qué hace lo que hace. Por qué uno se levanta todas las mañanas. Qué nos motiva a hacer lo que hacemos, cómo lo hacemos y para quién lo hacemos. También se puede pensar por qué tenemos que hacer algo. ¿Quién dictamina que tenemos que levantarnos y cumplir con algo impuesto por otros? Sin embargo, eso era lo que Lucas necesitaba desesperadamente, su rutina sin imprevistos, sin tener que tomar decisiones que no supiera con certeza que iba a suceder después, sin tomar riesgos.
El primer día que se encontró desempleado, se levantó a las 6 am como solía hacer antes. Vio a su esposa plácidamente durmiendo, se puso su ropa deportiva y salió a correr. Luego de una hora, volvió, tomó una ducha, y, digamos que ya no sabía que hacer.
¿Debía salir a buscar trabajo? ¿Tenía que tomarse unos días de descanso? ¿Quizá aprovechar este momento para pensar si quería cambiar lo que hacía para ganar su sustento?
El solo hecho de tener que pensar que tenía que tomar una decisión lo dejó perplejo. Repasaba constantemente lo que hacía antes y pensó en ponerse el traje de ese día, pero luego pensó que no hacía falta, ya que no tenía que ir al banco. Pero, ¿qué tenía que hacer? Debía tomar una decisión, pero así como en un automóvil, si uno acelera y frena al mismo tiempo, el mismo no se mueve, las fuerzas que impulsaban a Lucas impedían que se mueva. Estaba en un estado de total alejamiento de su exterior, sudaba en abundancia y su piel empezó a tornarse de un color blanquecino.
Se quedó en su cama, sentado, ya que ni siquiera sabía que ropa debía ponerse. Roxana al despertarse, lo vio como estaba temblando y con el rostro pálido y le preguntó qué le pasaba. Tan ensimismado estaba Lucas que ni la escuchó.
Sin embargo, Roxana sabía claramente lo que quería y no entendía qué le pasaba a Lucas. Lo agarró de los hombros, lo sacudió con fuerza, y Lucas pareció volver en sí. Le dio la ropa que tenía que ponerse y juntos bajaron a tomar el desayuno. Por fin le decían a Lucas lo que tenía que hacer. En el desayuno conversaron qué iba a suceder ese día. Roxana ya había visto varios avisos de trabajo por la zona relacionados con el mundo financiero, que Lucas conocía muy bien.
Como gerente del banco tomaba decisiones muy buenas, siempre iba por lo seguro, no solía tomar muchos riesgos. Y aunque lo catalogaban de conservador, su gestión hizo que su banco fuera uno de los últimos en cerrar sus puertas en esos tiempo de crisis económica. Sin embargo, de su vida privada, no era dueño de su paso, le costaba muchísimo tomar cualquier decisión, sea pequeña o grande. Sufría de una forma indecible y en su momento su padre lo guiaba, o mejor dicho, le decía lo que tenía que hacer.
Después de casarse, su padre seguía siendo una figura muy fuerte en su vida, pero empezó a apoyarse más en Roxana. Ella, por contrapartida a Lucas, era una mujer muy segura. No le molestaba tomar las decisiones, siempre sabía lo que quería, pero no le gustaba tomar riesgos innecesarios. No era osada, y por lo tanto, Lucas no era osado.
Luego del desayuno, Lucas fue a dos entrevistas. Era muy conocida por las firmas financieras, y muy respetado. Pero en época de crisis, hasta estas firmas cuidan su dinero, y no tuvo éxito en su búsqueda.
Al volver a su hogar, se sintió nuevamente perdido, sin guía. Tenía que tomar decisiones y no sabía cómo. Terror lo invadía al tener semejante responsabilidad, tenía que decidir que hacer y no era capaz de hacerlo.
Esta situación se repitió una semana, dos semanas, y la crisis seguía, por lo que mucha gente empezó a irse de ese lugar, a buscar mejores horizontes.
Lucas dependía de lo que Roxana dijera que había que hacer. Como mujer muy prudente, y sabiendo que tenían muy buenos ahorros para soportar por un buen tiempo, decidió que debían quedarse.
Al transcurrir la tercera semana de sufrimientos de Lucas desde que fue despedido, recibió una visita. Tocaron el timbre, y salió a ver quién era. Era un muchacho muy alegre, con una sonrisa muy contagiosa, una mirada penetrante y abundante cabellera. Se preguntó que quería este desconocido, y para distraer su mente, salió a recibir a este extraño.
-Buenas tardes, ¿qué desea?
-Hola señor Lucas, ¿no me reconoce? ¿No me recuerda? Pasaron tres semanas recién.
-La verdad que su rostro me parece familiar, pero no, no se quién es usted.
-Soy Oscar, trabajaba en el banco, haciendo la limpieza de los baños.
-Oscar..., creo que ahora lo recuerdo. ¿Usted solía trabajar siempre cantando alguna que otra canción?
-Exactamente señor. Sabe que después que el banco cerró, somos varios compañeros que aún no hemos encontrado trabajo, ¿usted tuvo más suerte?
-Mire Oscar, creo que no es asunto suyo, la verdad que no quiero hablar del tema.
-Disculpe señor, no quería entrometerme en su vida, solo pasé por aquí y quería saludarlo.
-Entiendo, no se haga problema. Que tenga un buen día.
En ese momento, cuando Lucas estaba por cerrar la puerta, un pié de Oscar se interpuso para evitar que se cierre. Sorprendido, Lucas no supo que hacer, si defenderse, si gritar, si salir corriendo. Sin embargo, la sonrisa amigable de Oscar lo tranquilizó.
-Señor, lo veo muy turbado, ¿desea hablar?- dijo Oscar.
Lucas no pudo tomar una decisión. Las palabras huyeron de su boca, hasta de su mente.
-Si quiere, solo tiene que escuchar, charlemos un rato, parece que usted no la está pasando bien - dijo Oscar.
No supo bien por qué, pero Lucas accedió. Dejó pasar a ese muchacho alegre a su casa, fueron a la cocina y preparó un café. Ya acomodados, Oscar comenzó a romper un poco el hielo.
-Señor Lucas, ¿puedo decirle solo Lucas verdad? - Lucas solo atinó a mover su cabeza en forma afirmativa. -Parece muy perturbado por la situación. La verdad que lo entiendo, uno no sabe qué va a suceder el día de mañana. Pero sabe que yo la pasé así desde chico. En mi casa nunca sabíamos si al día siguiente iba a haber comida. Siempre fuimos muy pobres, y, aunque mis padres se esforzaban mucho, alguna noches nos íbamos a dormir con dolor de estomago del hambre. La verdad, no los culpo, hacían lo que podían. Luego mejoró un poco la cosa, pero no mucho. Aunque pudimos ir al colegio, apenas tuvimos edad para trabajar, no hubo más remedio, tuvimos que hacerlo. Claro, a mí me dolió muchísimo, porque quería ser un gran periodista. Ese era mi sueño pero hasta ahora, jamás me planteé que lo iba a poder cumplir. Ahora que estoy desempleado, y tengo unos ahorros, estoy pensando qué hacer.
Lucas, como pudo, escuchó a Oscar. Su sonrisa tranquila, su voz calma y sus maneras medidas lo sosegaron un poco de su mar de sentimientos, y hasta cierto punto, en ese rato que lo estuvo escuchando, alcanzó a admirar a ese muchacho. "¿Cómo puede estar tan tranquilo en esta situación desesperante?" se preguntaba en su cabeza, pero no se animó a preguntarle.
La conversación no siguió mucho más, ya que volvió Roxana de visitar a sus amigas, y fue evidente que no le gustaba para nada la visita de Oscar. Entendiendo la situación, éste se retiró, y cuando Lucas lo acompañó a la puerta, le dijo que iba a volver al otro día a la misma hora, o si quería se podían ver en otro lugar.
Al día siguiente, luego de sus entrevistas laborales programadas por Roxana, encontró la manera para volver a verse con Oscar. Este muchacho había causado una profunda impresión en él. Al contrario de su vida, la de Oscar había sido una vida llena de incertidumbres, donde siempre había que tomar decisiones arriesgadas para sobrevivir.
Se encontraron en un café y se pusieron a charlar. Oscar le contó varias situaciones difíciles de su vida. Hasta la vez que quiso arriesgar todo por amor, pero terminó perdiendo mucho, pero no se arrepentía, porque lo había intentado.
-Uno se arrepiente de lo que no intentó, no de los fracasos- decía Oscar.
Le comentó que estaba planificando un viaje para poder estudiar en una universidad prestigiosa lo que le apasionaba, el periodismo. Había un concurso para ganarse una beca y él quería intentarlo.
-Pero, ¿y si te va mal? ¿Cómo harías para vivir con el fracaso? - Preguntó Lucas.
-Yo no vivo con el fracaso, yo vivo intentando -respondió Oscar. -En el momento que deje de intentar, ahí habré fracasado.
Estas palabras resonaron fuertemente en Lucas. Él nunca había intentado nada por su cuenta. No sabía cuales eran sus pasiones, qué era lo que en realidad lo llenaba, o si había algo que lo hiciera.
Así se vieron varias veces con Oscar. Cada conversación que tenían, era como un descubrimiento. Saber que se podía fracasar y seguir intentando. Saber que se podía seguir una pasión. Saber que se podía tomar una decisión, sin que ésta tenga que gustarle a otros. Saber que se podía vivir sin un plan detallado, y que aún así triunfar. Porque el triunfo no es necesariamente ganar, no es necesariamente ser feliz. El triunfo está en intentar.
Llegó el día tan temido por Lucas, el de la partida de Oscar. Se iba a ir a probar suertes a otro lado, a cumplir con sus sueños y pasiones. Esa última vez que se vieron, Lucas sintió más admiración que nunca de su ya amigo Oscar.
-Lucas, sé que antes no me prestabas atención. Pero tengo que confesar que admiraba tu vida. Parecía perfecta. Tu esposa es hermosa, tenías una situación económica holgada y parecía que los problemas siempre te esquivaban. Yo era el que limpiaba los baños para ganarme el pan y un poco más. Ahora sé que muchas veces, las apariencias engañan. Pero a decir verdad, reconozco que nunca me engañaste, siempre supe que por dentro, eras igual a mí, lleno de inquietudes e incertidumbres. En este tiempo que te conocí, también me di cuenta que a lo que uno más quiere, hay que perseguirlo, intentar todo por ello, porque si uno no lo intenta, los demás se ocupan de que persigamos lo que ellos quieren.
-Muy buena tu observación. Se ve claro qué querés hacer con tu vida, cuales son tus pasiones. La verdad que yo no sé que hacer con la mía, siempre hice lo que otros me dijeron que haga, y siempre estuve cómodo con eso. Tomás riesgos, sin importar el resultado, es algo que jamás podré hacer.
-Lucas, no creas que no me importan los resultados. Uno intenta, porque quiere el resultado, pero sino intenta, no hay resultado posible. Y no tengo claro qué es lo que quiero de  mi vida, solo sé que es lo que no quiero. No quiero dejar de intentarlo.
Con esa última frase, los dos amigos se fundieron en un abrazo, no sabiendo qué les iba a deparar la vida a cada uno de ellos.
Pero una cosa estaba clara, a partir de ese día, Lucas sabía lo que debía hacer. Iba a intentar tomar sus decisiones. Iba a intentar descubrir sus pasiones. Iba a intentar.

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